En otra de las muchas salidas que organizamos mi compañero de “fatigas”, José A. Díaz Rodríguez, fotógrafo de naturaleza “de los buenos” y aprovechando que ahora he vuelto de Zaragoza y que tengo tiempo para salir al campo y hacer “lo que se puede”, pues me llevó hasta un lugar que ya tenía trabajado de observación, preparación del terreno y adaptación de útiles para no molestar en absoluto a los animales y no entorpecer su actividad, máxime cuando en esta época concretamente están con sus crías y hay que hacer lo imposible por no molestarles ni causarles el menor trastorno.
De esto puedo dar fe que es así, cada movimiento se hace en horas de poca luz y cuando las animales están muy lejos del lugar, en sus lugares de dormitorio y antes de que puedan aparecer en el escenario, posteriormente y por medios remotos activamos las cámaras que previamente se han ocultado suficientemente y además evitando ruidos y otras molestias.
Los animales, en este caso concreto son aves, abejarucos para más señas, rápidamente se acostumbran a las luces que producen los flashes y que son la única cosa que se puede ver como algo extraño. Comprobamos como a ellos no les molesta en nada y mantienen su actividad de entradas y salidas constantes a los nidos, cebando a sus pollos que en ocasiones salen casi a la boca del túnel que sus padres cavaron.
Nuestras observaciones, mientras se hacen los disparos automáticos, son hechas desde aproximadamente unos trescientos metros de distancia, lugar en que ellos ni nos tienen en cuanta, ya que incluso por delante de nosotros hay una carretera sin asfaltar donde pasan vehículos y personas y lógicamente ni ven los nidos ni conocen su ubicación, excepto que como nosotros previamente ya sepan donde están.
Dejando de lado estos comentarios preliminares y de información sobre el método de trabajo, aquí quiero hacer hincapié en un punto importante sobre este trabajo y que suele confundir bastante a expertos y no conocedores de la fotografía. Parece que esto de hacer fotos de forma automática es algo así como que no encierra arte alguno o trabajo de creatividad escénica, etc. Nada más lejos de la realidad, toda vez que no sólo se necesitan conocimientos amplios sobre la técnica a seguir en estos trabajos, tanto de iluminación, preparación de los mecanismos y medios, sino que se requiere una especial sensibilidad igual a la de la fotografía tradicional, ya que hay que buscar el encuadre, el escenario, la composición que resultará de las distintas capturas que la cámara captará, etc., etc., y así un largo y extenso temario de actuaciones que hay que conocer y que para afinar y poder reproducir de forma efectiva, necesita de muchísimos días de observación, pruebas, trabajos y retoques de todas y cada una de las partes que forman este complejo trabajo que es la Alta Velocidad en fotografía.
De estos conocimientos, mi amigo José A., es un experto y además tiene trabajos que lo demuestran. No sólo tiene fotos de Alta Velocidad de aves, tanto rapaces como otras especies y no sólo con ambientes nocturnos, sino diurnos, con condiciones controladas y no controladas, en medios totalmente salvajes y en medios de semi-cautividad, con insectos, reptiles, anfibios y un largo etc.
Tengo la suerte de que me ha enseñado técnica y formas de trabajar, y de estas imágenes que aquí dejo, si no es porque él puso los medios y sus conocimientos, no habría conseguido nada. Así que desde aquí mi más sincero agradecimiento y como en otros artículos por aquí publicados y en otras páginas de estos blogs, donde aparecemos los dos trabajando en el campo, concretamente con orquídeas, pasamos unos ratos de compañía y trabajo muy gratificantes y enriquecedores.